La engañosa simplicidad de Álvaro Siza #Álvaro Siza

Cuando el arquitecto portugués Álvaro Siza recibió el premio Pritzker en 1992, el jurado describió su obra como dotada de una “engañosa simplicidad”. Si esta afirmación es cierta respecto a su arquitectura, caracterizada por una blancura espartana tan propia de los maestros del Movimiento Moderno como de la tradición mediterránea en la que Siza se inscribe voluntariamente, también puede aplicarse al mobiliario que viene creando para el interior de sus obras desde sus inicios con la wrightiana Casa de Te Boa Nova.

Un mueble debe encajar en una casa concreta, pero también debe tener la fuerza y la calidad que le permitan ir a cualquier lado. También necesita una clase de modestia, de banalidad, que le permita ser usado y durar. Álvaro Siza, Tradition, Modernism and the Banal, entrevistado por Edwin Heathcote, 2002

A pesar de su carácter altamente personal, la obra de Siza se muestra generosamente abierta a la influencia del sitio en que se implanta y de las personas que van a participar en su construcción, de manera que sus lámparas, producidas por empresas italianas, son claramente italianas, mientras que sus muebles, como las sillas para la Facultad de Arquitectura de Oporto, muestran la huella de los carpinteros portugueses que los construyeron tan claramente como la huella del esquemático pero expresivo dibujo del arquitecto.

En la iglesia de Marco de Canaveses, el mobiliario aporta la escala humana a un interior franciscanamente despojado. Como en muchas de sus obras, Siza diseñó las esbeltísimas puertas, la escultórica pila bautismal y las sillas con reclinatorio para los feligreses, aparentemente banales pero sutilmente complejas su composición. Siguiendo la enseñanza de Adolf Loos, evidente en sus conocidas cómodas, Siza crea muebles que encajan en su lugar sin reclamar atención, elementales pero ajenos al carácter auto-afirmativo de las piezas minimalistas, fieles a su función y a su esencia.